ARTE URBANO: EL GRAN DESCONOCIDO.

Arte urbano: el gran desconocido.

Artículo escrito por Xavier Ballaz, publicado originalmente en el num.88 de la revista Bcnmes.

Foto: Fer Alcalá.

Empezábamos esta serie de notas sobre arte urbano tratando de dar una visión general sobre la evolución del arte urbano en Barcelona durante esta última década. En éste, y en los artículos venideros, trataremos de profundizar sobre algunos de los aspectos que nos parecen más interesantes y necesarios de aclarar de este hermano pequeño del Arte, y a la vez el mayor fenómeno social en la história del arte.

Una de las cosas que más nos cuesta como gestores de arte urbano es hacer entender a nuestro interlocutor que estamos hablando de algo más que de cuatro niñatos con un spray, que estarán contentos si les dejas una pared en la que no tengan que correr si les viene la policía.

Anem a pams. El graffiti como manifestación cultural es, por definición, ilegal. O alegal. Vamos, que cómo se le categorice depende del entorno, pero no del fenómeno propiamente dicho. El graffiti es una manifestación espontánea de una identidad gráfica de un individuo o grupo, realizada históricamente en el espacio público del entorno urbano. El escritor de graffiti, (que no pintor, por qué escribe su nombre) desarrolla un estilo, una identidad visual y una territorialidad que cultiva en cada salida. Y este hecho es independiente de la legalidad vigente en el entorno en el que actúa. Es una actividad lúdica, realizada por puro goce personal y que, en todo caso, pretende interpelar al grupo de iguales más que a la sociedad. Por tanto, no debemos verlo como una actividad contestataria fruto de ningún descontento social, ni de clase, ni producto de ningún desajuste emocional o educativo de nadie. El escritor, escribe porque disfruta al hacerlo.

El arte urbano es otra cosa. Si bien comparte con el graffiti el entorno urbano como lienzo (aceptadme la metáfora) y muchos de sus códigos de actuación, es una actividad profundamente democrática: está pensada para que cualquiera pueda entenderla: no hace falta ser un experto en arte urbano para entender una intervención de Banksy, por ejemplo. Evidentemente, hay artistas y artistas, y como en cualquier oficio funcionan las referencias, y si no las tienes estás en fuera de juego. Pero, a grandes rasgos, el arte urbano pretende comunicar algo a la sociedad, mientras que el escritor de graffiti pretende dialogar básicamente con otros escritores de graffiti.

Dicho esto, volvamos al segundo párrafo, inicio de nuestro hilo argumental. El graffiti se gestiona solo. Nosotros, los gestores, comisarios, productores, detonadores o como queráis llamarnos, tratamos de gestionar arte urbano. Murales, a lo sumo. Pero no el graffiti.

En nuestra actividad como gestores nos deparamos antes que nada, con el profundo desconocimiento que existe sobre esta disciplina. Debemos gestionar expectativas tanto como presupuestos. Pero una vez se entiende qué podemos aportar, el radio de acción de lo posible se amplia enormemente: democratización del acceso al espacio público para todo tipo de intervenciones artísticas, desde las más independientes a las más comunitarias, apertura de nuevas salidas profesionales para artistas, empoderamiento de distintos tipos de colectivos a través de la participación en proyectos… El arte urbano, desde la más pequeña intervención independiente hasta el proyecto más complejo, puede suponer una potente herramienta de transformación social.




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