Entrevista a Gastón Lisak
Gastón Lisak (Barcelona, 1989) es un artista conceptual y profesor que está ganando reconocimiento en la escena artística tanto a nivel nacional como internacional. Su obra se caracteriza por la creación de esculturas ready-made, donde combina bustos neoclásicos y objetos encontrados con vinilos plásticos de colores neón.
Trabaja con lo que él llama "objetos anacrónicos", que colecciona en mercadillos y a través de los cuales explora las maneras en la que nos vinculamos con los objetos, las creencias y la identidad. Gastón es también fundador de Random Happiness, un movimiento de creativos y agentes de cambio que promueve la felicidad como una herramienta revolucionaria.
Recientemente, ha colaborado con B-Murals en el proyecto Aparadors amb Art, una intervención artística que busca revitalizar los comercios cerrados del Carrer Cadí en Turó de la Peira. Exhibiendo obras de diversos artistas en los escaparates, el proyecto transforma estos locales vacíos en galerías de arte temporales.
En esta entrevista, conversamos con Gastón para conocer a fondo su visión artística, particularmente en su relación con el espacio público, su participación en el proyecto y cómo sus intervenciones buscan crear diálogos entre los vecinos y el entorno que los rodea.
Cuéntanos acerca de tu recorrido artístico y cómo ha evolucionado hasta hoy. ¿Qué aspectos de tu formación inicial en diseño gráfico y en tus experiencias en el extranjero crees que han influido en tu enfoque artístico actual?
Vengo del mundo del diseño gráfico, estudié aquí en Barcelona, en Elisava, y el mundo del diseño me abrió un montón la cabeza. Después hice Erasmus en Inglaterra, estuve en Winchester School of Arts, en Southampton. Era un lugar sucio, un caos: había los estudios de artistas, escultura, pintura, talleres de impresión… y me fascinó. Empecé a ir a muchos mercados, todo lo que es el car boot sales, donde los domingos la gente lleva su coche, aparca, abre el baúl y vende. Normalmente gente mayor que vendía cosas de su casa.
Al acabar la carrera me dieron una beca para ir a Italia. Estuve dos años trabajando en Benetton, en el centro de investigación llamado Fabrica. Y fue como, pfff, una apertura y una libertad brutales. Conocí a gente muy, muy buena. Tuve mucho contacto con la fotografía, la documentación, la imagen crítica…
A los 24 años, me ofrecieron dar clase en Elisava en un nuevo curso, llamado Study Abroad, dando la asignatura ‘Principios de Diseño, Advanced Principles of Design’, con alumnos que venían de todo el mundo, personas que no son diseñadores; son dentistas, médicos, gente que estudia business y que quiere aprender sobre diseño o creatividad.
¡Y de ahí pasaron diez años! Años en los que agarré un estudio, formé el colectivo artístico Random Happiness y con quienes empezamos a hacer talleres, siempre con creatividad, instalaciones, pensamiento crítico. Entonces hay clientes involucrados, instituciones, museos, pero yo nunca me veo en un estudio de diseño. No me veo diseñando para alguien. Me alejé y empecé a hacer proyectos que hablaban más sobre mí y las preguntas que yo tenía. Y después empecé el doctorado, que va sobre eso.
En tu doctorado investigas el concepto de "Art Thinking". ¿Podrías expandir sobre cómo esta corriente y cómo se relaciona en tu práctica artística y en tu investigación?
Dentro del diseño, me metí a hacer Design Thinking y empecé a conocer una corriente que se llama Art Thinking. ¿Cómo utilizar el arte? En mi caso, ¿cómo utilizar arte en la Escuela Superior de Diseño? Y más enfocado en el objeto anacrónico y su transformación.
¿Cómo definirías el concepto de "objeto anacrónico"?
Un objeto que encontramos en nuestra vida que está fuera de tiempo. Quizás no tiene sentido hoy en día, ni uso. Muchos de estos objetos se encuentran en mercados, en casas, en la calle. Yo agarro estos objetos, los llevo a la academia y con los alumnos repensamos este objeto y vemos si tiene sentido, nos cuestionamos qué relación tiene, qué simbolismo tiene, cómo podemos generar otros objetos…
Porque a lo mejor no tenemos que hacer el nuevo móvil, pero sí podemos usar el objeto encontrado -el objeto anacrónico-, para reflexionar sobre nosotros mismos y sobre nuestro entorno. Y eso es lo que investigo en el doctorado.
Tu obra está profundamente influenciada por el uso de estos objetos encontrados y elementos del entorno cotidiano. ¿Cómo sientes que interactuar con estos objetos, que encuentras en mercados o en la calle, contribuye a tu práctica y tu arte?
Muy presente. Mi obra, mi práctica, es parte de esto. Hay una frase que me gusta mucho, y que guía mucho mi proyecto artístico y mi forma de ver el arte, que es hacer extraño lo familiar y lo familiar, extraño. Es una frase de un poeta alemán, Novalis, y lo que más me inspira son personas o lugares donde lo extraño se vuelve familiar y lo familiar se vuelve extraño.
Hay muchos artistas en todo el mundo que me han inspirado. Desde la pintura hasta la escultura, hay profesores que tienen esta dualidad de lo familiar y lo extraño. Pero también desde algo en la calle, desde lo más pequeño.
Hay muchas personas, muchos amigos, muchas personas cercanas que te hacen clic, te inspiran. La artista Marina Salazar, una amiga, dice que es la comunidad de prácticas: gente que es cercana a ti y que te aporta. Justo hablábamos de eso ayer, cenando, porque ella también está haciendo su doctorado. Por ejemplo, el artista Octavi Serra, era vecino del estudio, él estaba aquí abajo.
Y en tu proceso creativo, ¿cómo te influyen otros artistas y de qué forma? ¿Podrías contarnos sobre artistas específicos que han dejado una marca en tu trabajo más reciente?
Hay muchos y por cosas muy específicas. Por ejemplo, el humor de Josep Maynou me inspira. La locura y un poco del surrealismo de Elena Garrigolas, con sus cuadros que son mezcla de lo absurdo y cotidiano, y juegan con esta dualidad. Katsu Sawada, un artista japonés en Estados Unidos, que trabaja con la robótica o drones para pintar, algo extraño y diario.
Recientemente hice una instalación donde uní perros de cerámica con rumbas, y donde estos objetos quietos -que son de los años 80- empiezan a moverse en un espacio. Mi pregunta era: si los objetos que tienes en tu casa pudieran irse, ¿se irían o se quedarían? Veo en mis referentes ese tipo de cosas. Por ejemplo, Sam Keller es un artista que de repente coge latas y las llena de Swarovski. Algo trash, de la calle, se convierte en algo de lujo, que brilla y que quieres tener.
Es muy bonito porque genero relaciones con estos artistas, nos conocemos. A Sam, durante años, le envié latas. Fui a Filipinas y le envié latas. Fui a Madrid y le mandé latas. Esta lata, que es de San Miguel, se la mandé yo. Y años después me la devolvió y me dijo, Gastón, esto es tuyo. Es muy bonito porque al final generamos esos espacios de aprendizaje con artistas que se mueven como tú. Van avanzando y la obra va evolucionando.
¿Qué rol juega la "comunidad de prácticas" que mencionabas en tu propia trayectoria? Conexiones, tanto físicas como virtuales, con otros artistas y personas cercanas que enriquecen tu proceso creativo y moldean tu práctica…
Uno súper importante. Y se nutre en cualquier lado, no tiene que ser una persona o espacio físico. Puede ser un bar, un museo, una institución, una caminata… No tiene temporalidad tampoco: pueden ser dos minutos, cinco horas, o un fin de semana. Se le tiene que dar valor a esas interacciones que pueden ser muy pequeñas, o aleatorias, pero que te llenan muchísimo. Por suerte cuento con BASC, un grupo de artistas formado por Marina Salazar, Nicole Vindel, Samuel de Sagas y Xavier Morón (Hidden Factory) y un servidor, que junto a Manuel Expósito formamos parte de muchos espacios de intercambio artísticos. No sólo el arte que se expone sino todo lo que hay entre medio y alrededor.
También con el espacio digital, con el compartir, empiezo a hacer conexiones con personas que viven al otro lado del mundo. Para mí las redes sociales son un mirar a través de tu ojo. Instagram, por ejemplo: comparto lo que yo veo y tú estás viendo lo que ven mis ojos, la forma en la que yo veo.
Parece simple, pero es verdad. Entonces tú y yo, tal vez no nos conozcamos de nada, pero si empiezas a verme y a ver lo que yo veo, empiezas a entender lo que me gusta, mis preguntas, mis inquietudes. Cuando nos veamos, en tres años, ya nos conoceremos más porque, aunque no nos hemos visto en persona, hemos compartido esos momentos, que a veces son íntimos, o son cosas pequeñas. Eso es lo que pasa con muchos artistas.
Depende de cómo uses las redes. Yo las uso de esta forma.
Hablando de redes sociales y compartir tu visión a través de plataformas como Instagram, en tu opinión, ¿cómo afectan las redes tu relación con el arte y con otros artistas? ¿Consideras que las redes son un canal válido para explorar y conectar con la audiencia?
Sí, y para conocer el universo del artista. Después uno ve las piezas y dice, lo entiendo. Entiendo porque está haciendo esto, entiendo porque va a un mercado, entiendo... Cobra sentido. Después la culminación es ir a una exposición, donde puedes decir: yo vi este objeto cuando lo cogiste hace dos años no sé dónde.
Es un juego de descubrir todo el rato. En mi obra hay mucho de la curiosidad, de lo random, de lo extraño y lo familiar, es un juego constante.
Por ejemplo, en una de las visitas al mercado, encontré una libreta pequeña que decía Elisa Ribalta, etiquetas 1969-1970. Está llena de etiquetas, hermosas, y yo, que vengo del diseño gráfico, me interesa mucho la gráfica y la tipografía. Esta libreta es la cultura visual de hace muchos años. Entonces, la cuestión es que recupero la libreta. ¿Y qué hago? Le tomo una foto. Voy a Instagram y hay dos personas que se llaman así y a ambas les mando una foto de la libreta. Una de ellas me contesta y me dice, ¿de dónde has sacado esto? Guau, yo hice esto cuando tenía 9 años y ahora tengo 60. Se emocionó un montón, me agradeció por compartirlo y así. Yo documenté todo. Pasaron dos años, hice una expo con Mariella Franzoni en Vilanova, y la mujer que había hecho la libreta me dijo que iría con su familia. Entonces en la expo, di una charla y la quise terminar con esta historia, contando: la mujer de la libreta está aquí. Y se la di.
Muchos de los objetos que uno encuentra en los mercados acaban en la basura. El objeto tiene muchos momentos de éxito y fracaso, como los artistas. Hay momentos en que las obras son geniales y otros en que no lo son, como cuando los artistas son recordados sólo por un período. Entonces es muy bonito porque se generan estas cosas.
Tu trabajo con objetos encontrados y lo random parece estar relacionado con un acto de resistencia contra la hiper individualización que vivimos hoy en día. ¿Cómo crees que el acto de estar abierto a lo inesperado y lo aleatorio puede contrarrestar las estructuras rígidas de nuestra sociedad y los algoritmos que guían nuestras elecciones?
Creo que mi cabeza funciona así, random, hace uniones extrañas entre cosas y eso se traslada a ver muchas cosas todo el tiempo, o todo el rato pasar por un mismo lugar y ver algo nuevo, a estar abierto a no seguir unas guías preestablecidas. Siempre he sido así, y cada vez lo entiendo más.
Creo que vivimos en un momento en donde los datos son el pan de cada día y lo que está moviendo la sociedad. La hiper individualización es real. El algoritmo sabe lo que te gusta y te va a dar lo que tú quieras.
Entonces lo random, como ir a un mercado, es un acto casi de rebeldía o resistencia contra un sistema que te está guiando y que te está dando exactamente lo que quieres. Yo no quiero eso. Entonces cuando voy a un mercado, me convierto en una persona que no sabe lo que va a encontrar y soy feliz porque no estoy buscando nada.
Estar abierto a esto me emociona mucho. Toda mi vida se mueve a base de conexiones aleatorias con gente, entonces mis aprendizajes son así: muy poco planeados.
La ciudad parece ser un elemento central en tu obra, especialmente por los mercados. ¿Influye la ciudad de Barcelona en tu práctica artística e investigación, y si es así, de qué manera?
Sí, influye. Siento y quiero mucho a Barcelona. Además, porque trabajo mucho con el objeto encontrado, el mercado de Els Encants de Barcelona es como el Santo Grial, ¿sabes? ¡El templo! Yo lo llamo el Museo al Aire Libre. Llevo muchos años trabajando ahí. He visitado muchos mercados en el mundo muy interesantes pero el Mercat dels Encants es Els Encants. Único. Es muy bueno, tiene mucho.
Y al final esta ciudad es un centro, un hub donde mucha gente pasa, entonces hay objetos muy raros… La diversidad y la marca Barcelona ha hecho que encuentres objetos que nunca pensarías.
Me sirve también como una base, que me permite ir a otros lugares. Barcelona te da mucho, pero como artistas, todos tenemos que viajar, y estar en este modo de alerta, de esponja.
En tu obra también hay un uso frecuente del plástico. ¿Qué significa para ti trabajar con este material?
El plástico en sí es un material muy usado, está en todos lados. Por un lado, está muy demonizado pero por otro, tenemos que agradecerle algunos de los avances tecnológicos que hemos tenido. Se ha utilizado muchísimo porque es muy versátil.
En el Art Thinking, Maria Acaso dice que los materiales hablan y tienen un sentido. ¿Podemos usar materiales contemporáneos que hablen de nuestro día a día? Que digan, ‘Ah, tiene sentido. Gastón estaba usando en su día impresión 3D, o escáner 3D, o plástico, porque eran procesos que se utilizaban en ese contexto’. Por eso me interesa. Sí: hay un gran problema a nivel de plástico de un solo uso, pero es un material muy contemporáneo. No es un sí o no, hay muchos más grises.
El plástico es además un elemento clave en la pieza escultórica con la que has participado en Aparadors Amb Art…
En ese caso me interesa mucho esa especie de segunda piel. Esta capa que, por un lado, embellece la escultura y le da color. Normalmente entendemos estas esculturas grecorromanas como monocromas, y de colores muy pálidos, y aquí se le aplica un color fluorescente, un color además creado para embellecer, porque estos son vinilos que se usan para hacer un coche más bonito.
Entonces le da un toque nuevo y por otro lado, la asfixia, no la deja respirar. Esta dicotomía me interesa: por un lado te atrapa, lo quieres ver más, y te gusta, y por otro lado te rechaza y te separa, porque entiendes que es un problema. Y el plástico es un poco así. Es fácil de usar, lo quiero, y es muy difícil que no lo usemos en nuestra vida diaria.
¿Cómo surgió la idea de combinar las esculturas con el plástico?
No lo sé exactamente, comencé a experimentar con esto en el 2019. Primero lo hacía con bolsas encontradas, porque cada vez hay menos bolsas, para mí se convirtió casi en un objeto raro de museo, un objeto para coleccionar. Dentro de cinco años, no habrá bolsas de plástico. ¡Hoy tengo una cantidad de bolsas, de diferentes marcas! Sirven para hablar de nuestro hoy, un testimonio físico de algo que existió.
De la misma forma que esas pegatinas que Elisa tomó en los años 70, nos hablan de que en ese momento existían esas etiquetas. Si no, no lo sabríamos, no tendríamos idea de su existencia. Los objetos nos permiten eso.
¿Qué te motivó a participar de Aparados Amb Art? ¿Qué aspectos de esta iniciativa resonaron más contigo, y cómo se conectan con tu práctica artística?
El proyecto tiene muchos de los elementos de los que estábamos hablando y que siguen mi línea de trabajo: Activación. Barrio. Hacer extraño lo familiar. Tomar un espacio que está cerrado. Embellecerlo, no solo visualmente, sino conceptualmente. Darle vida. Necesitamos iniciativas que hagan este tipo de cosas, que activen, que rompan con la rutina. Por eso participé.
Las intervenciones en escaparates cerrados buscan revitalizar el barrio. Desde tu perspectiva, ¿cómo pueden estas acciones influir en la percepción y el día a día de la comunidad local?
Ya impacta de por sí. Habría que mirar los niveles y ver cuán profundo es este impacto.
Es complicado hacer este tipo de acciones, porque habrá gente que las ame y quién no... Yo creo que con que impacte a una sola persona, ya vale la pena. Porque entonces alguien del barrio puede generar proyectos o mover más cosas.
Pasear una escultura por el barrio es algo que rompe con la rutina de todos los días. ¿De dónde surgió la idea de hacerlo? ¿Y cómo crees que este tipo de acciones pueden redefinir la relación del público con el arte y los espacios públicos?
Ya había paseado esta pieza antes. La había expuesto en una galería en Barcelona y, cuando la fui a recoger y la saqué a la calle, me quedé impactado por cómo se veía la escultura junto al metro o al lado del bus. Era raro, generaba un shock en las personas y dije, aquí hay algo así que empecé a moverla. Me pareció mucho más bonita la vida que tenía la escultura afuera que dentro de la galería, donde estaba triste, hacía frío, venía poca gente a verla. En cambio, en la calle estaba brillando. Además, con el color que tiene, cuando le da el sol, toma vida.
Entonces empecé a usar el espacio y el mobiliario público como un mueble expositor. Si había un banco cuadrado, la ponía encima y parecía un pedestal. Hasta tal punto que la policía pasaba, la miraba como pensando: este chico ha intervenido en una escultura pública. Y de repente yo la tomaba y me la llevaba, y claro, no entendían qué estaba pasando, generaba extrañeza en todo el mundo.
Dejé la escultura en la calle durante un par de horas y quién se paraba a verla es porque le gustaba y quién no, no. Hay una criba muy clara.
Suena fascinante escuchar cómo pasearla parece transformar no solo la interacción con el público sino también la pieza en sí. ¿Qué aprendizajes o descubrimientos personales te han dejado estas experiencias?
Volviendo al tema de la ruptura y del algoritmo… Normalmente no hablamos con alguien random en la calle. En cambio, cuando ves una escultura, la gente viene y quiere saber más. “¿Qué es esto? ¿Me lo puedes explicar?” Empecé a moverla y me empezaron a llamar de lugares para llevarla, fuimos a Hybrid en Madrid, al paseo de Vilanova i la Geltrú.
La gente se hace selfies con la escultura, la abraza, le da un beso. Cuando veo esto, me pregunto ¿qué esculturas tengo en mi ciudad? ¿a qué le damos voz? ¿qué veneramos? A lo mejor ciertas esculturas que tenemos no me representan a mí como ciudadano. Por eso empecé a hacer tótems. ¿Por qué un objeto no puede convertirse en algo monumental? ¿Por qué algo muy pequeño que encontré en un mercado no puede convertirse en una escultura de 10 metros? Ahora Iván Argote hizo una escultura de una paloma gigante en Nueva York. Me parece genial. Las palomas son importantes en nuestra vida, están presentes en nuestro día a día. ¿Por qué no hacer un homenaje a la paloma y hacer una escultura de 10, 15, 20 metros de una paloma? Tiene sentido. En lugar de un coronel, o un presidente, o quien sea.
En tu opinión, ¿tu obra adquiere un matiz diferente al trasladarse de un espacio típicamente artístico a uno más accesible?
Sí. Esta pieza cobra valor en la calle, en el supermercado, en la barbería del pueblo.
Muchas veces el arte está vinculado al elitismo, al “yo no voy a entender”, entrar a una galería y que haya silencio, pero en el sentido negativo, un silencio que te puede echar para atrás o que para muchos da miedo.
En cambio, una escultura en la calle es una escultura mucho más cercana. Es una escultura que vive en el contexto donde esa persona vive. Si soy una persona y voy al mercado, y esta escultura está allí, lo que extraño aquí es la figura, no yo. Puedo acercarme porque está en mi terreno. Estoy más seguro.
Activar la participación y la curiosidad de las personas es algo que valoras en tu práctica. ¿Cómo puede este enfoque cambiar la manera en la que experimentamos propuestas artísticas?
Cuando hicimos este proyecto y saqué la escultura a la calle, había un hombre que trabajaba de repartidor de alimentos refrigerados. Le pregunté si podía subirla a su camión y sacarle unas fotos, me dijo que sí y luego me pidió: por favor, ¿me puedes hacer una foto a mí con la escultura? Y se la mando a mi familia.
Él estaba en su rutina, en su trabajo, cuando alguien vino con una escultura y él estaba feliz de sacarse una foto con eso para poder compartirlo. Siempre se va a acordar que alguien, un día, puso una escultura en su camión. Creo que el arte es eso. El hackeo de algo, de un día. Al final, son memorias que la gente tiene. Eso es lo que pasa al llevar una escultura a la calle.
Por otro lado, también es desmitificar. Yo puedo abrazar una escultura, sentirla, tocarla... Tocamos poco a nivel de obras de arte. A nivel expositivo, hay mucha separación con ellas, entonces creo que la gente que trae propuestas, como Eva Fàbregas, con sus esculturas que uno puede tocar y en las que puede sentarse. Es muy bonito romper esa separación y bajarlo a un terreno mucho más humano.
Durante el paseo de tu escultura por el barrio, tuviste diferentes interacciones con personas y lugares. ¿Hubo algún momento o encuentro que te sorprendiera particularmente, y si lo hubo, por qué?
Sí, al entrar al bar y las tiendas de barrio. Los momentos de compartir como las inauguraciones o las exposiciones son muy importantes, porque permiten entender más. Y en este caso, pasear la escultura por el barrio y compartir me permitió hablar con las personas, conocer cómo ven las propuestas artísticas, cómo las viven. Hay gente que después le encanta, porque es como entrar en un juego. Estoy feliz de poder participar. Lo que sería agradable sería pasar un mes así, con la escultura dando vueltas.
¿Cómo sientes que el proyecto de Aparadors amb Art y la intervención influirá en tus futuros proyectos?
El punto de activación y de compartir en comunidad. Es algo que ya estaba ahí y que se potencia con el proyecto de Carrer Cadí. Creo que nacerán más proyectos de este estilo y para mí es un primer acercamiento muy bonito de compartir con B Murals.
Me motiva también a seguir haciendo cosas, a seguir viviendo y disfrutando del arte. Al final no es solo un trabajo, es una forma de hacer, un modo de ver. Es un poco un cliché, pero es así. Eres un artista, y todo lo que hagas será a través de la óptica del arte y de la mirada del arte.
Septiembre 2024.
Entrevista a Gastón Lisak por B-Murals, conducida por Sharon Borgström
Fotografía de: Monika Pufflerova y Sharon Borgström